top of page

¿QUIÉN HABÍA SIDO LAURA



Dejó de ser Laura: ese nombre fue olvidado. Su nuevo designador, elegido por su amo, fue Heces. Crudo. Desgarrador. Irrevocable. Y debía responder a él de inmediato, con la postura adecuada, ya fuera para ofrecer su boca, sus agujeros o simplemente para recibir las órdenes del día.

No se lo impuso, ella lo asumió porque quiso desaparecer. Y desaparecer significaba eso: ya no tener rostro, nombre, ni dignidad en el sentido convencional. Solo función.

En el sótano, Heces no dormía: permanecía. No hablaba: aguardaba. Su mundo se limitaba a las cadenas, al cubo metálico donde hacía sus necesidades, y a los sonidos que descendían por la trampilla cada vez que su Amo se acercaba. Cuando oía el cerrojo girar, se erguía como una autómata, en silencio, con la espalda recta y la boca ligeramente abierta.


Ese día, él descendió con paso lento, como disfrutando cada crujido de los escalones. Se detuvo frente a ella.—Heces —dijo.Y ella reaccionó. No pensó, no eligió. Su cuerpo obedeció como un animal entrenado.

La sesión no requería palabras. Ella era recipiente, carne moldeada para el uso. Cuando él terminó, sin una caricia, sin una mirada, ella volvió a la posición de espera. Con el semen escurriéndose por sus muslos, con el aliento corto y el alma vacía de todo excepto de una certeza: había dejado de ser Laura hacía mucho, de hecho... ¿quién había sido Laura?.

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page